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Pocas personas deben de ser en todo el planeta (aparte de los concursantes de Operación Triunfo), las que no están enteradas de la aparición y expansión de un virus similar al de la gripe, conocido como coronavirus y cuyo nombre oficial es COVID-19.

Todos sabemos que el coronavirus se originó en la ciudad de Wuhan, en China, que se transmite entre personas a través del aire y el contacto, e incluso estamos informados casi de cada caso que aparece de un nuevo contagio, desde Asia hasta América, prestando especial atención a aquellos de España.

Llevamos ya varias semanas escuchando, viendo o leyendo información sobre el coronavirus como noticia principal en todos los medios. La alerta que llegó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) saltó el pasado 31 de diciembre pero la prensa ha ido aumentando exponencialmente la información y el tiempo dedicado a esta temática, que ha generado consecuencias catastróficas a nivel económico y social en muchos países. Eventos como el Mobile World Congress de Barcelona han tenido que cancelarse por el pánico, con consecuencias desastrosas para el sector de la hostelería de la ciudad; las bolsas mundiales están teniendo enormes pérdidas, el turismo se está viendo afectado por cancelaciones y, además, ya se ha empezado a generar un caos en la sociedad, que no sabe si vaciar los supermercados y encerrarse en casa por este “humo negro” que se acerca a toda velocidad o si hacerse mascarillas caseras porque las farmacias hace semanas que no tienen en stock.

Es por todo esto que en este artículo queremos analizar cómo se utiliza la comunicación en los medios de masas así como en las redes sociales, en lo que respecta a casos como el de esta enfermedad contagiosa que tiene al mundo entero en jaque. ¿Dónde acaba la información y se abre paso la persuasión hacia un estado de pánico? ¿En qué momento se deja de informar para pasar al alarmismo? ¿Cuál es el objetivo de los medios a la hora de crear dicho estado de alarma en la sociedad?

En Dann Braun somos los primeros que estamos alerta con el tema (como el resto de la gente) y manteniendo una cierta precaución ante lo que se “dice”. Hay unos datos objetivos sobre un virus con su riesgo de contagio, sus síntomas así como un porcentaje de casos de recuperación y otro de fallecimientos. Estos datos hay que tenerlos en cuenta y no perderlos de vista. Pero a su vez, no podemos dejar de observar cómo se cuentan las cosas y cómo se consigue que todos los grupos de Whatsapp, todas las conversaciones por la calle, en el trabajo, con familia o con amigos, giren en torno al coronavirus. Desde nuestro punto de vista, aquí entra en juego la comunicación del pánico.

¿Existe la comunicación objetiva?

La respuesta es no. Es obvio que la comunicación, desde que comienza, es subjetiva. La subjetividad se encuentra en todo proceso de comunicación, desde la decisión de comunicar una noticia por encima de otra hasta las palabras utilizadas para transmitirla así como el orden de las mismas. La prensa siempre ha evolucionado en la historia con la competencia de titulares y textos que pudiesen atraer la atención por encima de otros competidores. Y como mejor ejemplo, podemos ver a diario cómo cada periódico, canal de televisión o emisora de radio cuenta una noticia política con el tono y el punto de vista que interesa, en función de la simpatía hacia un color u otro.

Desinformación, bulos, sensacionalismo… Hay un tipo de comunicación que busca otros objetivos alejados de la transmisión de un mensaje sincero y sensato. Y dentro de la subjetividad, esto último es lo que consideramos que debería ofrecerse. Información que transmita datos de sucesos pero sin añadir ese extra de miedo innecesario. Asustar a las masas es muy fácil y puede conllevar consecuencias terribles.

Las televisiones, radios y prensa digital, reforzados con redes sociales como Twitter o Facebook, tienen el gran poder de transmitir cualquier mensaje con el fin de que, en tan solo pocos minutos un elevadísimo porcentaje de la población pueda estar en alerta sobre un tema. Los atentados, los accidentes o tragedias en general, son las noticias que más llegan o impactan, por lo que, con el fin de conseguir audiencias más altas, difusión de contenidos o interacciones, los medios necesitan transmitir sus mensajes con tonos tensos y dramáticos.

Pero para que un proceso de comunicación se pueda dar, siempre tiene que haber 2 actores: el emisor y el receptor. Hasta ahora nos hemos centrado en el emisor pero, para que su mensaje llegue y cumpla sus objetivos, la audiencia, el receptor en este caso, tiene que estar dispuesta a recibirlo y, es responsabilidad propia el cómo recibirlo, asumirlo y valorarlo.

La sobreexposición continua a información que nos llega a través de todos los medios de comunicación alrededor de nuestras vidas desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir, es un arma de doble filo, que puede servirnos para estar permanentemente actualizados, pero que puede generar mucho estrés e incluso llevarnos al pánico como está ya sucediendo con esta situación.

De hecho, la necesidad de la sociedad en estos días de tener una tregua que nos saque de esta tensión y nos traiga un poco de optimismo en este momento de alarma, se ha reflejado en la enorme difusión del vídeo del corresponsal de TVE en Italia, Lorenzo Milá, cuyas palabras suscribimos: “Se extiende más el alarmismo que los datos”. Alejándose del mensaje de pánico de la mayoría de medios, Milá ha insistido en la comparación con la gripe, tanto en síntomas como en porcentajes de pacientes ingresados, más graves o fallecidos, así como en transmitir un mensaje con tono más relajado y en el que nos anima a acostumbrarnos a este nuevo virus y a no compararlo con otros “virus terroríficos” como el ébola.

En este punto, estamos viendo cómo se están generando diversas teorías conspirativas que se preguntan cuáles son los objetivos de esta comunicación del pánico o si hay alguien detrás de todo este asunto. ¿Forma parte de un mensaje que se desea transmitir desde grupos de alto nivel o se trata simplemente de la búsqueda de aumento de las audiencias a cualquier coste?

Sea como fuere, sugerimos a quien nos esté leyendo que escuche opiniones sobre el tema, se informe prestando atención a autoridades sanitarias y que se permita el dudar. Un mundo en pánico y bloqueado no puede funcionar. Igual que otras noticias similares que hicieron saltar todas las alarmas hace años, como la de la gripe aviar o el ébola, el coronavirus dejará de abrir los telediarios y pasará a un segundo plano, porque tenemos que aprender a vivir con ello y a seguir adelante con el día a día.

Comunicación, siempre. Pero comunicación sensata y contrastada.